martes, 6 de septiembre de 2011

Caracoles



Tengo un recuerdo de la infancia que de vez en cuando me viene a la memoria con cariño: los días de final de verano que empezaban con lluvia y provocaban la aparición masiva de caracoles. La lluvia y el aire fresco eran síntomas de que el verano se acababa, pero se unía con una cierta sensación confortable de pensar en que podías ponerte ropa de más abrigo y dar paso a otra estación. Es algo difícil de explicar, pero lo recuerdo con cierto cariño. Hoy por supuesto, me sigue pasando. Nunca he creído en las chorradas de los síndromes post vacacionales, pienso que forma parte del puñado de miedos que se nos quieren meter en la cabeza y que muchos adoptan para justificar otros problemas. Además, creo firmemente que si el clima perturba tu estado anímico, es un síntoma evidente de debilidad. Y es que la llegada del otoño, es sinónimo de grandes momentos con la bici: la transformación en la montaña es evidente ¡y hay que vivirla! 
En la nieve los días más míticos son aquellos en los que durante la noche cae la gran nevada y te despiertas viendo que tu coche ha sido semi enterrado. En surf los grandes días sin viento y con buen swell. Y en bici, una noche de verano lloviendo y una mañana de riding cuando ya ha dejado de llover. Pues eso es justo lo que pasó el sábado..... algo para recordar. Cuando llegamos a Soto, llovía de forma continua y con poca pinta de parar en todo el día. De hecho, teníamos bastante asumido que nos íbamos a calar y nos embutimos en nuestros chubasqueros.Pero fue justo al comenzar a dar pedales, cuando dejó de llover. Que eso ocurra es algo así como que todos los astros se pongan en línea, algo que ocurre pocas veces en la vida. El día se quedó
nublado pero sin lluvia, con un terreno perfecto que pedía a gritos ser triturado por ruedas gordas y con tacos. Y es que el sábado más que como marmotas, disfrutamos del día como auténticos caracoles después de la tormenta.